La región de América Latina y El Caribe se caracteriza por una extrema desigualdad en diversas dimensiones socioeconómicas y también en términos de indicadores educativos. Esta es una de las principales conclusiones del informe “La crisis de la desigualdad. América Latina y el Caribe en la encrucijada”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el que se evidencian las grandes brechas socioeconómicas que existen tanto en la matriculación secundaria y terciaria, como en los resultados académicos y en las inversiones educativas. Unas diferencias que, advierte, aumentarán con la expansión de la pandemia de COVID-19 por la región y requieren acciones para proteger a los alumnos más vulnerables.
En un extenso artículo dedicado a la educación, los economistas Julián Cristia y Xiomara Pulido advierten no solo de la “fuerte desigualdad” del proceso educativo, sino también de “unos niveles extremos de segregación social en las escuelas”. Situaciones ambas que requieren fórmulas de financiación para asegurar que las escuelas con alumnos de ingresos bajos tengan los recursos que necesitan, así como de becas y ayudas para reducir las tasas de abandono en la educación superior.
El informe del BID destaca el papel igualador de la educación como un factor clave en una región como América Latina y el Caribe. La importancia de alargar la enseñanza a lo largo de la vida se manifiesta en el hecho de que cada año adicional en el sistema educativo se asocia con un aumento de los ingresos: aproximadamente un 8% para la educación primaria, un 5% para la educación secundaria y un 16% para la educación terciaria.
Sin embargo, mientras que la cobertura de la educación primaria prácticamente se ha universalizado en la región y casi todos los niños entre los seis y los doce años asisten a la escuela primaria o preprimaria, la situación empeora en la educación secundaria, donde solo el 60% de los adolescentes de ingresos bajos de entre 12 y 18 años asiste a la escuela (en comparación con el 80% de los adolescentes de ingresos altos) y se agrava en la educación terciaria, donde la brecha aumenta de menos del 20% para los jóvenes entre los 18 y los 24 años de ingresos bajos al 60% para los jóvenes de ingresos altos (como muestra el gráfico de la noticia). Se produce aquí, por tanto, un “fuerte gradiente” que no ha dejado de crecer a lo largo de los últimos años.
El informe señala que las disparidades socioeconómicas en las tasas de matriculación bruta en la educación terciaria han aumentado en Brasil, Chile, Costa Rica, Honduras y Perú, mientras que han disminuido en Argentina. Los resultados, además, “ponen de relieve que el crecimiento de la matriculación terciaria observado en la región se ha dado principalmente en el grupo de alumnos de ingresos altos”, y esto se considera una mala noticia en términos de desigualdad de ingresos en el futuro, si se tienen en cuenta los generosos retornos económicos tradicionalmente observados en la educación superior.
Además, las brechas socioeconómicas en los niveles de aprendizaje se observan asimismo a lo largo del ciclo vital, de modo que un adolescente de un hogar de ingresos altos se sitúa unos dos años por delante de un adolescente de ingresos bajos, según los datos de 2018 de la OCDE y su informe PISA. Datos que también sugieren, no obstante, que las brechas se han reducido a lo largo de la última década en siete de los ocho países de la región que participaron en las pruebas PISA de 2009 y de 2018.
Las diferencias de aprendizaje se han estrechado considerablemente, según el informe, en Argentina, Panamá, Perú, Trinidad y Tobago y Uruguay. Por su parte, Chile, Colombia y México han experimentado reducciones más modestas, y se ha ensanchado solo en Brasil.