UNAM/DICYT Ubicarla en un mapa es difícil, incluso con fotografías satelitales o radares, pero ahí se encuentra, en algún punto del giro oceánicodel Pacífico Norte, punto donde convergen las corrientes marinas y en donde el agua entra en calma. Se trata de una isla de plástico, con más de 100 millones de toneladas de desechos flotando a la deriva y contaminando la cuna de la existencia.
Martín Soto Jiménez, especialista del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM, unidad académica Mazatlán, recordó que la vida en la Tierra comenzó en el agua, y la contaminación de los mares nos afecta como especie, pues la mitad de la actividad productiva, al igual que el sostenimiento de la supervivencia, dependen de esos ecosistemas y su conservación.
En el marco del Día Mundial de los Océanos, que se conmemora hoy, 8 de junio, resaltó que debido al descuido e irresponsabilidad de las personas, cientos de desechos sólidos, principalmente plásticos, llegan (a través de ríos o por abandono en las playas) a esas masas de agua.
Una vez en los océanos, flotan a la deriva hasta que son atrapados por una corriente que los lleva a uno de los puntos en donde las corrientes se detienen y las aguas se calman, conocidos como giros oceánicos, particularmente el giro del Pacífico Norte.
En ese lugar comienzan a acumularse cada día; “el problema es que si los plásticos tardan décadas o siglos en degradarse y a diario llegan más, entonces esas islas se harán más grandes. Ahora calculamos que tienen el tamaño de estados como Chihuahua o Coahuila, pero en un futuro podrían tener el de un continente”, alertó.
Datos de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de Estados Unidos, y de la Universidad de Tokio, Japón, muestran que los desechos provenientes de la costa Oeste de Norteamérica tardan cerca de cinco años en llegar al vórtice del giro, en tanto que a los de la costa Este de Asia les toma un año o menos, refirió.
Soto Jiménez detalló que los residuos en el Pacífico no están juntos, sino que flotan relativamente dispersos y se degradan lentamente, liberando en ese proceso partículas y nanopartículas de elementos tóxicos que son ingeridos por diversos organismos marinos que, con el tiempo, llegan a nuestras mesas.
“De ahí la recomendación de hacer conciencia y no tirar basura en ríos y cañadas, o dejarla a cielo abierto en las playas, debido al peligro creciente que representa a largo plazo; además, esas acciones serían las más económicas para evitar la contaminación de los mares, pues sería posible ir a limpiar esa zona del océano, pero su recuperación sería muy costosa”, remarcó.
La isla de plástico del Pacífico Norte es la más grande, pero este fenómeno se repite en el Pacífico Sur, en el Océano Índico y en los giros del Atlántico Norte y Sur, y aunque con menor proporción, tienen los mismos efectos negativos en los ecosistemas y la salud humana, concluyó.