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Erasmus+ gana flexibilidad para favorecer la movilidad académica
El programa permite adoptar la modalidad presencial, virtual o combinada, así como paralizar las becas de 12 a 36 meses

Los responsables de los programas de movilidad académica buscan soluciones a las restricciones que ha provocado la crisis sanitaria desatada por la COVID-19. Es el caso del Erasmus+, una iniciativa que desde 1987 ha cambiado las vidas de millones de jóvenes y profesores en Europa y otros países del mundo. Si bien la pandemia ha despertado muchos temores a viajar en la situación actual, también se ha acelerado un proceso de evolución natural que se ha producido en las más de tres décadas de experiencia del Erasmus y que se ha traducido en una serie de medidas de adaptación y flexibilidad que llegan para quedarse.

Así lo indicaba la directora del Servicio Español para la Internacionalización de la Educación (SEPIE), Coral Martínez Íscar, en el marco del curso  ‘Erasmus+ y la internacionalización: presente y futuro en tiempos de la COVID-19’, desarrollado durante los cursos de verano de la UIMP. “El cambio ha sido tan brusco que nos hemos tenido que adaptar a marchas forzadas”, explicaba la directora, para luego indicar que “uno de los elementos fundamentales son las movilidades combinadas, las ‘blended mobility’, es decir, que la movilidad del estudiante o el profesor se lleve a cabo con absoluta flexibilidad”.

De este modo, estudiantes y profesores tienen la opción de desplazarse de manera física al centro de destino pero realizar, por ejemplo, parte de la docencia online, o llevar a cabo esa movilidad de forma virtual hasta que las restricciones permitan el desplazamiento. De hecho, tal y como señalaba Martínez Íscar, se puede retrasar ese intercambio a más adelante. Así, el SEPIE ha establecido un marco, que sigue las directrices de la Comisión Europea, en el que los propios centros y los alumnos deciden dónde y cuándo pueden ir, si se retrasa el inicio o seleccionan la modalidad física, virtual o combinada.

Las primeras encuestas realizadas reflejan una caída de aproximadamente el 30% en las movilidades previstas pero, sin embargo, se podrían llevar a cabo en un futuro cercano. En concreto, se pueden paralizar o suspender las movilidades previstas dentro de un marco jurídico que puede durar 12, 24 o 36 meses. “Es decir, que tienes todo ese tiempo para decidir cuándo te vas y en qué modalidad”, matizaba la directora de SEPIE.

Pero el objetivo del Erasmus pasa por ser cada vez más flexible no solo en tiempo sino también en financiación. Por ello, de forma paralela se ha puesto en marcha una financiación adicional para compra o alquiler de equipos informáticos, a fin de favorecer la inclusión y el acceso. “Cuanto más flexible sea el programa, mayor participación, mayor inclusión y mayor capacidad de cambiar esas experiencias en las que ya llevamos más de 10 millones de participantes a fecha de hoy”.

“España es líder como país de destino de los estudiantes Erasmus de forma ininterrumpida desde hace 20 años y es el tercer país en estudiantes que van a otros países”, recordaba por su parte el subsecretario de Estado español de Universidades, Luis Cerdán, quien destacaba el esfuerzo de adaptación a las nuevas circunstancias “para conseguir que esas movilidades se hayan podido mantener en sus distintas formas, que los proyectos hayan conseguido mantener la financiación y que hayamos conseguido que se desarrollen en un contexto de altísima calidad”.

A pesar de los desafíos que ha presentado la pandemia de COVID-19 para la movilidad académica, la Comisión Europea se ha propuesto mantener las becas, también para estudiantes de países extracomunitarios. La cooperación entre Europa y Latinoamérica a través del Erasmus+ se tradujo en más de 9.000 desplazamientos entre 2015 y 2019 (5.463 de Latinoamérica a Europa y 3.595 en sentido contrario).